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La primera fotografía de la historia la tomó en el año 1816 el científico francés Nicéphore Niepce.
La imagen conocida como Vista desde la ventana en Le Gras, fue la primera imagen capturada por el hombre, para la posteridad.
Es sorprendente saber que, aún no habiendo llegado a los 200 años de ese gran suceso, como humanidad no podemos concebir el mundo sin esta ciencia que nos permite capturar el universo que conmueve nuestra retina.
Ella sacia nuestra sed por retener los mejores momentos, para hacer tangibles los recuerdos. Cubre nuestra necesidad de tener las pruebas irrefutables a todos los tipos de crueldad vividos.
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La imagen arrebata al tiempo, el instante preciso que queremos mantener en el presente.
Es nuestro gran triunfo como humanidad sobre el tiempo que corre vertiginoso, borrando a su paso los instantes vividos.
Ya no solo tenemos una memoria oral y escrita, también tenemos una memoria hecha imágenes que serán para la posteridad.
Nuestra humanidad, la gran familia que camina los tiempos en esta parte del universo, consigue de este modo perpetuar sus pasos, para las futuras generaciones que la reemplazarán.