Datos alarmantes sobre la deserción escolar

La Editorial del diario La Nación nos advierte hoy sobre la situación actual de la adolescencia sin futuro en Argentina.

El drama de la deserción escolar está alcanzando en la niveles verdaderamente dramáticos. Según el obispo de San Isidro y presidente de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal, monseñor Jorge Casaretto, hay actualmente en el país 900.000 adolescentes que no estudian ni trabajan. Ello significa que el 17 por ciento de los chicos y jóvenes que hoy tienen entre 13 y 19 años no están recibiendo en este momento los elementos mínimos necesarios para afrontar las exigencias que razonablemente habrá de plantearles la vida en un tiempo cercano. Dicho de otro modo, centenares de miles de jóvenes argentinos están hoy -probablemente sin advertirlo- hipotecando su futuro personal.

Las autoridades del Consudec, por su parte, advirtieron que en el conurbano bonaerense 800.000 niños y adolescentes de entre 8 y 17 años no concurren habitualmente a la escuela ni reciben ninguna clase de instrucción. Ante esa realidad, la institución considera que es imprescindible convocar a toda la sociedad a emprender una auténtica "epopeya educativa".

Las advertencias formuladas revisten una gravedad inocultable. El Gobierno y la sociedad en su conjunto deben movilizarse sin demora para tratar de hacer frente a una realidad que amenaza con agravar en la Argentina el drama de la exclusión social hasta llevarlo a límites que escapen a todo control. Por provenir de fuentes de probada e incuestionable confiabilidad, como son las que invoca habitualmente la Iglesia, el llamado de monseñor Casaretto y de los demás informantes reunidos en el Curso de Rectores de Consudec debe ser recibido como un diagnóstico que ensombrece hasta lo intolerable el futuro de la Nación.

LA NACION debe concentrar todos sus esfuerzos en una revitalización del sistema escolar y de las condiciones sociales y estratégicas que posibiliten el retorno a las aulas de quienes, forzados por circunstancias que, sin duda, los sobrepasan y atrapados por la marginación y el desaliento, han dejado de luchar por su propio futuro y por su propia capacidad de crecimiento espiritual y cultural.

Como en los tiempos de la Revolución de Mayo de 1810, son los sacerdotes los que dan el grito de advertencia y denuncian los problemas del pueblo. Es la Iglesia, inspirada en el amor a Dios y al prójimo, la que advierte, denuncia y reclama acciones concretas para el Bienestar General.

No permitamos que nuestros gobernantes olviden o desnaturalicen los objetivos que nos impone el preámbulo de nuestra Constitución: "...constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general,
y asegurar los beneficios de la libertad..."


Sin Educación no hay Nación. Eso lo gritó hasta el cansancio Domingo Faustino Sarmiento, el hombre que nos dejó los cimientos de la educación publica y gratuita, sabiendo que esa era la clave para llegar a ser una gran Nación.

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