Desde que comenzó la cuaresma, estoy leyendo un libro que compré para meditar especialmente. Es del Cardenal Argentino Jorge Bergoglio, y se llama “El verdadero poder es el SERVICIO”
Como me gustó mucho su vision sobre el tema, quiero compartir con ustedes sus palabras sobre la Adoración…
Como me gustó mucho su vision sobre el tema, quiero compartir con ustedes sus palabras sobre la Adoración…
“¡Hoy más que nunca se hace necesario adorar!
Porque adorar es postrarse, es reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios. Sólo la verdadera humildad puede reconocer la verdadera grandeza, y reconoce también lo pequeño que pretende presentarse como grande. Quizá una de las mayores perversiones de nuestro tiempo es que se nos propone adorar lo humano dejando de lado lo divino. “Sólo al Señor adorarás” es el gran desafío ante tantas propuestas de nada y vacío. No adorar a los ídolos contemporáneos - con sus cantos de sirena – es el gran desafío de nuestro presente, no adorar lo no adorable es el gran signo de los tiempos de hoy. Ídolos que causan muerte no merecen adoración alguna, sólo el Dios de la vida merece “adoración y gloria” ( Cfr. DP 491)
Adorar es mirar con confianza a Aquél que aparece como confiable por que es dador de vida, instrumento de paz y generador de encuentro y solidaridad.
Adorar es estar de pie ante todo lo no adorable, porque la adoración nos vuelve libres y nos vuelve personas llenas de vida.
Adorar no es vaciarse sino llenarse, es reconocer y entrar en comunión con el Amor. Nadie adora a quien no ama, nadie adora a quien no considera como su amor. ¡Somos amados! ¡Somos queridos!, “Dios es amor”. Esta certeza es la que nos lleva a adorar con todo nuestro corazón a Aquel que “nos amó primero” (1 Jn 4,10).
Adorar es descubrir su ternura, es hallar consuelo y descanso en su presencia, es poder experimentar lo que dice el salmo 22: “Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, por que tú estás conmigo…Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida”.
Adorar es ser testigos alegres de su victoria, es no dejarse vencer por la gran tribulación y gustar anticipadamente de la fiesta del encuentro con el Cordero, el único digno de adoración, quién secará todas nuestras lágrimas y en quien celebramos el triunfo de la vida y del amor, sobre la muerte y el desamparo (Cfr. Ap. 21 - 22).
Adorar es acercarnos a la unidad, es descubrirnos hijos de un mismo Padre, miembros de una sola familia, es como lo descubrió San Francisco, cantar las alabanzas unidos toda la creación y a todos los hombres. Es atar los lazos que hemos roto con nuestra tierra, con nuestros hermanos, es reconocerlo a El como Señor de todas cosas, Padre bondadoso del mundo entero.
Adorar es decir “Dios”, y decir “vida.”
Encontrarnos cara a cara en nuestra vida cotidiana con el Dios de la vida, es adorarlo con la vida y el testimonio. Es saber que tenemos un Dios fiel que se ha quedado con nosotros y que confía en nosotros.
Encontrarnos cara a cara en nuestra vida cotidiana con el Dios de la vida, es adorarlo con la vida y el testimonio. Es saber que tenemos un Dios fiel que se ha quedado con nosotros y que confía en nosotros.
Adorar es decir AMÉN!”
Estas meditaciones fueron del Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, SJ, en una Carta a los catequistas en agosto de 2002.
Estas meditaciones fueron del Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, SJ, en una Carta a los catequistas en agosto de 2002.
1 comentario:
Gracias por esta entrada que sin duda releeré muchas veces
¿Podrías darme la referencia del libro o dónde buscar la carta entera?
Un abrazo y feliz Pascua (aunque falta un poco y por aquí primero están las fallas)
Al + Mc
Publicar un comentario