Lo llamaban el santo de la cordillera.
Carlos Sánchez vivió solo en un refugio durante 8 años. Murió en el 2002. Su refugio está intacto, como si fuera un santuario de altura.
Donde dos ríos se unen para darle vida a un tercero, aparece la casita de block al costado de la huella. No se trata de un refugio más de los están en plena cordillera sanjuanina. Allí, las aguas del río crecido son implacables. Es difícil llegar. Mucho más difícil vivir. Sin embargo ese fue el lugar que eligió Carlos Sánchez, un hombre que vivió durante 8 años solo en ese refugio, rezando por la salvación de los hombres.
Carlos Sánchez vivió solo en un refugio durante 8 años. Murió en el 2002. Su refugio está intacto, como si fuera un santuario de altura.
Donde dos ríos se unen para darle vida a un tercero, aparece la casita de block al costado de la huella. No se trata de un refugio más de los están en plena cordillera sanjuanina. Allí, las aguas del río crecido son implacables. Es difícil llegar. Mucho más difícil vivir. Sin embargo ese fue el lugar que eligió Carlos Sánchez, un hombre que vivió durante 8 años solo en ese refugio, rezando por la salvación de los hombres.
Murió de hambre en el 2002, a los 54 años.
Quienes lo conocieron afirman que fue un santo.
DIARIO DE CUYO llegó hasta el refugio, ubicado en Las Juntas de La Palca, camino a la Reserva San Guillermo, en Iglesia.
Los que lo conocieron dicen que fue un santo, que tenía premoniciones. Que podía ver cosas que nadie más podía. Que miraba fijo a los ojos y daba consejos certeros. La historia de Carlos y sus dones curativos es conocida entre las personas que suelen andar por esas latitudes del planeta.
Los que lo conocieron dicen que fue un santo, que tenía premoniciones. Que podía ver cosas que nadie más podía. Que miraba fijo a los ojos y daba consejos certeros. La historia de Carlos y sus dones curativos es conocida entre las personas que suelen andar por esas latitudes del planeta.
Dicen que era santo porque las crecidas del río nunca pudieron destruir el refugio. Porque después que las implacables aguas amargas bajaran por los cerros, cerca de su casa, aparecía una vertiente de agua dulce que le permitía seguir vivo. Dicen que hay una cruz en el cerro que empezó a formarse después de que Carlos se instalara en el lugar.
Los mineros que trabajan en la zona invocan su nombre cuando los dolores y males son insoportables a 5.000 metros de altura.
La casita aparece de la nada, cuando no se espera más que montañas y guanacos. Aún sin saber quién fue o qué hizo Carlos, al ingresar es inmediata la sensación de lavaje espiritual. Una placa indica que la fecha de fallecimiento del hombre fue hace 7 años. Sin embargo, todavía están sus ojotas al costado de la cama, como si estuviese a punto de levantarse. Están intactos un altar con oraciones iluminado por rayos de Sol, la escoba en el rincón, la pava con agua, un frasco con azúcar y un cepillo de dientes al lado de la imagen de un Cristo con corona de espinas.
Al buscar piezas para rearmar la historia de este ermitaño que vivió donde nace el río Jáchal, todas las huellas conducen a Ricardo Vargas, una de las personas que más conoce la Reserva San Guillermo y de los pocos que pudieron penetrar el verdadero espíritu del lugar. Ricardo, que es operador de turismo aventura, fue uno de los últimos que vio a Carlos con vida. "Tuve largas charlas con él. Me contó cómo llegó al lugar y cómo fue su vida antes de eso. Con el tiempo llegamos a ser amigos y su refugio fue mi parada obligatoria cada vez que iba a San Guillermo", cuenta.
Carlos era sanjuanino, pero buena parte de su vida se la pasó fuera del país. Trabajó en ingenios azucareros en África. Era un hombre que disfrutaba de los placeres mundanos ya que tenía una buena posición económica. Pero en algún punto de la montaña rusa que fue su vida, el vagón se detuvo. Fue cuando empezó un camino para buscar la paz interior. El viaje hacia su espíritu comenzó con la muerte y terminó en ella.
Ricardo cuenta que el hombre hizo el quiebre cuando en India, una mujer murió en sus brazos. De ahí en más Carlos sólo necesitó de la oración para seguir vivo y un lugar que pudiera convertir en santuario. San Guillermo, que atrapa o expulsa por la brutalidad de la naturaleza, fue el sitio elegido. Su vida fue como el vía crucis que construyó en las montañas cerca del refugio, y que todavía puede verse. Hambre, frío, soledad, desolación y la sensación de que sus rezos y su propia muerte iban a salvar a "los de abajo", como llamaba a la gente que vivía en la ciudad.
"Durante los 3 primeros años bajaba al Chinguillo y hablaba mucho de su vida pasada. Pero con el tiempo, Carlos dejó de hablar de temas que lo relacionaban con lo mundano. Los rezos se hicieron más fervorosos y sólo hablaba de la redención", cuenta Ricardo. La metamorfosis fue lenta y empezó a notarse cuando la barba de Carlos creció sin límites, como el ajenjo que brota en San Guillermo.
"En una oportunidad entré a San Guillermo por Guandacol. Era de noche. Me perdí. No sabía qué huella tomar. Fue cuando empecé a seguir a un guanaco. Me condujo al refugio de Carlos. Cuando llegué me dijo: «Te había mandado a buscar». Ese fue mi primer encuentro con él", cuenta Ricardo.
De barba blanca, ojos penetrantes y sonrisa muy amplia, Carlos se transformó en la atracción de turistas que llegaban a San Guillermo. Era curioso ver a un hombre sobreviviendo de lo que le dejaban los visitantes. Se ataba las zapatillas con alambritos y no aceptaba más que el alimento necesario para mantenerse vivo.
"Cuando muera, este lugar será un santuario en el que los ciegos podrán ver y los inválidos, caminar. Se llamará el valle del peregrino", profetizó Carlos poco antes de su muerte.
Hoy, al costado del refugio hay un cartel que dice "Valle del Peregrino" y una placa con su foto en una de las paredes. Aunque el lugar está sin protección, no fue saqueado y todo se mantiene de la misma manera que lo dejó Carlos. El hombre fue sepultado en un cementerio de la ciudad. Es por eso que Ricardo dice que todavía hay una deuda pendiente: que descanse cerca del refugio, tal como fue su último deseo.
Hoy, al costado del refugio hay un cartel que dice "Valle del Peregrino" y una placa con su foto en una de las paredes. Aunque el lugar está sin protección, no fue saqueado y todo se mantiene de la misma manera que lo dejó Carlos. El hombre fue sepultado en un cementerio de la ciudad. Es por eso que Ricardo dice que todavía hay una deuda pendiente: que descanse cerca del refugio, tal como fue su último deseo.
Este relato de Mónica Martín, publicado por el Diario de cuyo el domingo 6 de diciembre, me hizo meditar sobre los espíritus ermitaños.
Que lleva a una persona elegir la vida solitaria, dedicarse a la oración, a la penitencia y al sacrificio?
Que hace que elija libremente seguir en solitario el camino de la contemplación y el sacrificio?
3 comentarios:
¿QUE HACE QUE UN HOMBRE O UNA MUJER ELIJAN SER ERMITAÑOS?
El Espíritu Santo es el que suscita todas las vocaciones, y el del ermitaño es una vocación muy estimada por la Iglesia. Viviendo en soledad, en pobreza, oración , cumplen fielmente toda su vida el «VIVIR DE AMOR», son hombres y mujeres enamorados de Dios, que no huyen de la gente cuando se acercan a ellos, al contrario, son afables, cercanos como el mismo Jesús era cercano con sus contemporaneos.
Viven de amor, como ya he dicho, pero no son "loco", al contrario, son tremendamente ecuanimes, tenaces,con un gran sentido del humor en clave divina.
Demos gracias a Dios por esos hombres y mujeres que viven en el anonimato, regalando su vida por la salvación de los hombres.
Sor.Cecilia Codina Msachs O.P
«ESTOY A TU LADO»
En http://www.pastoral-vocacional.org/corazon/ermitanos.html podréis ampliar lo siguiente:
"La proverbial discreción del anacoreta se cumple en los dos eremitorios conocidos en España, los únicos registrados en la Comisión para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal. Ambos se encuentran en Baleares y resultan difícilmente accesibles. Al menos, telefónicamente. El primero es el de la ermita de Belén, en la localidad mallorquina de Artá. Tras varios intentos, el hermano que contesta al teléfono pide que no se les dé publicidad: «Somos de vida oculta, no dudo de su buena voluntad, pero no queremos hablar sobre nosotros, espero que lo comprenda».
Explica que todos en el eremitorio son frailes, y que para entrar allí han tenido que pedir permiso a su superior. Le pido que al menos nos diga cuántos hermanos son. «Somos los que Dios quiere...» responde, dando por zanjada la conversación.
La ermita de la Santísima Trinidad, en Valldemosa, la habita la Congregación de Ermitaños de San Pablo y San Antonio. El hermano que responde al teléfono tiene un marcado acento extranjero. De nuevo pide que se les respete su intimidad y su opción de vida, apartados del mundo. Se trata de una congregación diocesana que ha pedido permiso para vivir retirados:«Somos pequeñas comunidades», explica, sin dar referencia de número. Hace tiempo existían algunos ermitaños en Cataluña, pero nadie sabe nada de ellos. Quizá también allí siguen viviendo en la felicidad más radical posible."
MariCarmen y yo tuvimos la suerte de conversar brevemente con estos últimos. Desde entoces le digo que si alguna vez me pierdo, ya sabe donde buscarme
La foto con la que me he abonado a tu blog mira el mar desde este eremitorio.
Un abrazo de Al + Mc
Dios llama a todos a la ermita interior. Morada interior desde donde Dios se manifiesta y es nuestro centro. Ser ermitaño, es el llamado de Dios a vivir solo de El. Felicitaciones por este articulo.
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